Otra de las redacciones seleccionadas para el concurso de Coca-Cola es la de la alumna de 2ºESO Aitana Cortés. ¡Esperamos que os guste!
Hola,
soy Juan, un trabajador que, junto a mi mujer, se dedica a ayudar a
la gente que ha sufrido alguna pérdida de algún amigo, algún
familiar… Sí, sé que mi trabajo es duro, aunque a veces me siento
culpable ya que llegan pacientes a mi consulta muy tristes y yo
sinceramente no los comprendo. Como decía no comprendía a ese tipo
de pacientes, hasta que un día, todo cambió.
Un
15 de marzo de 1986, pese a que casi había acabado el invierno,
hacía mucho frío. Al levantarme quedé sorprendido al descubrir que
aún era de noche, ¡si que me he levantado pronto! pensé. Me vestí,
desayuné, me aseé y salí por la puerta, de repente recordé que no
me había despedido ¡Pero si la veo todos los días! No creo que se
enfade. Como aún era pronto, o eso supuse, me dirigí a mi parque
preferido y de pronto me vino a la cabeza una frase que me dijo ayer
una paciente “De repente los pájaros volarán a sus nidos.” Debe
estar loca pensé yo, la muerte de su hijo debe de haberle afectado
mucho. Miré el reloj y me di cuenta de que todavía eran las siete.
Así que me relaje tanto en el banco que en poco tiempo quedé
dormido. Me desperté cuando un fuerte ruido seguido de una bandada
de pájaros que volvían a sus nidos me asustaron, ya era de día. Se
me ocurrió mirar mi reloj y vi que eran las cinco, debe de estar
estropeado, pensé. Al dirigirme a mi trabajo pasé por un colegio vi
que los niños salían de sus clases. Rápidamente supuse que se
irían de excursión. Me fui acercando a mi trabajo, en mi cabeza
apareció un ruido de una sirena de una ambulancia que cada vez se
fue intensificando más. Ahora mi reloj marcaba que eran las cuatro y
media ¡debe de estar más loco que la señora de ayer! Al girar la
esquina vi frente a mi consulta un montón de ambulancias que poco a
poco se fueron dispersando, el humo en vez de desaparecer, cada vez
era más denso, todas las ventanas estaban rotas… De repente pensé
en mi mujer, a la que no había saludado esta mañana y a la que
quería tanto. Al final todas las ambulancias se fueron y todo quedó
en un absoluto silencio. Desde el tejado ascendió una pequeña
bolita que parecía una bomba. De repente la consulta comenzó a
funcionar.
Entré a la consulta y ahí, detrás del mostrador, estaba mi mujer,
me di cuenta de lo poco que valoramos las cosas y de que la había
echado mucho de menos. Miré el reloj, eran las tres, también me di
cuenta de que el tiempo había estado yendo al revés.